Una vez establecida la capitalidad en Madrid en 1561, la nobleza se
fue instalando en la villa, y pronto comenzaron a construir sus quintas
de recreo en las afueras. Una de las zonas elegidas fue la que se
encontraba en el antiguo Camino de Alcalá, en los alrededores del pueblo de Canillejas –anexionado a Madrid en 1949-, sobre unos terrenos escarpados y surcados por arroyos.
En los comienzos del siglo XX, el antiguo Camino, hoy calle de
Alcalá, tras cruzar el Arroyo Abroñigal, recibía el nombre de Carretera
de Aragón. Por entonces, en el margen izquierdo de la vía, aún existían
numerosas villas y quintas, como la de los Ángeles, la de Lourdes, la de
Salazar… y la gran quinta hoy llamada de Torre Arias, como se aprecia
en el plano de Facundo Cañada, con el nombre de Quinta de Canillejas.
En el margen derecho, frente a esta posesión, nacía la mencionada
Carretera de Vicálvaro que atravesaba unas tierras aún sin edificar, en
su mayoría huertas y tierras de labor.
La actualmente llamada Quinta de Torre Arias, cuyo
origen se remonta al siglo XVI, creada por los condes de Aguilar,
sorprendentemente pervive en toda su extensión y mantiene el uso
residencial.
A lo largo de más de cuatro siglos ha tenido diversos propietarios,
hasta llegar a la actual dueña, la marquesa de Torre Arias, que al
parecer continúa habitándola.
La marquesa fue, quizá sigue siendo, la dueña de otros terrenos en
los alrededores, entre ellos los que se encuentran frente a la Quinta,
al otro lado de la calle de Alcalá. Se trata de aquellas tierras de
labor, que en el siglo XX se transformaron en zona industrial.
Sobre uno de los solares, actual nº 6 de la Avenida de Canillejas a Vicálvaro, existió una fábrica de ladrillos
con su clásica chimenea en ladrillo cocido, que hacia el año 1970, o
quizá algo después, según me cuenta un vecino del barrio, se convirtió
en una fábrica de quesos, la Central Quesera (era famoso el queso Carvel).
Fue derribada en los años 80, incluido el muro que la rodeaba, salvándose únicamente la chimenea, de foma poligonal.
El lugar, un descampado entre viviendas y modernas oficinas, se
convirtió en algo parecido a un basurero. El pasado año la concejala del
distrito de San Blas informó de que la Junta Municipal había
acometido “por ejecución subsidiaria” la limpieza y cerramiento de la
parcela, una vieja demanda de los vecinos. El coste, que ascendió a
57.000 euros, afirmó sería reclamado a la propiedad. Ignoro si esta propietaria es la marquesa de Torre Arias, o el solar pertenece a alguna empresa.
Otra curiosidad es que, durante la Guerra Civil, el comandante en
jefe de las tropas defensoras de Madrid, el general José Miaja, vivió en
una casita situada junto al solar de la fábrica.
Y no debería extrañarnos, teniendo en cuenta que el militar tenía su despacho en el cercano parque de El Capricho,
en la que fuera finca de los duques de Osuna, donde a 15 metros de
profundidad se encontraba el centro de mando del Ejército Republicano.
Hace unos años fueron descubiertos mil quinientos metros cuadrados de
túneles abovedados con zócalos de cerámica en sus muros y sólidas
puertas de madera dotadas de seguros cerrojos, construidos cerca de uno
de los Viajes de Agua que atraviesan el histórico Jardín. Bajo el
despacho, instalado en el palacio de Osuna, otro laberíntico túnel le
llevaría hacia algún lugar.
La zona ha cambiado mucho, desaparecieron los arroyos y las tierras
de labor, pero allí sigue la gran Quinta de Torre Arias, y junto a su
tapia hoy día existe un magnífico jardín público. Las antiguas fábricas
se transformaron en modernas industrias y oficinas… pero allí continúa
la bonita chimenea.
Este artículo apareció en el blog "Arte en Madrid", 25 de marzo de 2010.
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