lunes, 11 de junio de 2018

Historia de una chimenea

Por ISIDORO DE LA VIEJA*

Estos andurriales del sur de Madrid hace años que perdieron su aspecto antiguo. Por la carretera de Andalucía pasó Alfonso XIII, camino del exilio, y los falangistas transitaron por ella portando a hombros el cadáver de José Antonio que trasladaban desde Alicante hasta el Valle de los Caídos. Entonces San Cristóbal no era San Cristóbal y nadie pudo salir a la carretera a ver la comitiva porque nadie vivía aquí. Y los que trabajaban es posible que no quisieran.

En San Cristóbal había un vivero, donde ahora está el parque, y una fábrica de ladrillos cuya chimenea aún luce como monumento del barrio. Mi padre, desde sus ochenta años, recuerda en las reuniones familiares anécdotas de aquellos tiempos, lo hace de manera amena y sin nostalgia. Nació en Villaverde y le ha tocado vivir tiempos duros, sus recuerdos no pretenden nada, ni aclarar ni entristecer. Yo los recojo porque me parecen merecedores de ser contados. Dice que la chimenea de San Cristóbal se construyó en 1907. En 1907 nació una tía suya llamada Rosalía, por eso puede situar el año con precisión. La chimenea era parte de una fábrica de ladrillos llamada La Nora; la arcilla para cocer los ladrillos se extraía al lado mismo por lo que a esa zona la llamaban “el barrero”, palabra derivada de barro.

El tren ha pasado por San Cristóbal desde siempre, la compañía que lo regentaba se llamaba “Ferrocarril Madrid-Cáceres-Badajoz”; el día que se proclamó la República los obreros que trabajaban en los talleres de esta compañía y que aún siguen en su sitio, salieron a unirse con los de la fábrica de ladrillos: La Nora. Todos juntos marcharon por el camino de la cañada hasta Villaverde. El camino de la cañada es el actual trecho que va por detrás del HiperSol y está medio abandonado. Llegaron a Villaverde, a una fábrica desaparecida: Mármoles Molinero, después Mesae, ahora están construyendo pisos. Por la Avda. Real de Pinto fueron a parar a a una fábrica de harinas, donde después estuvo Giral Laporta. Los trabajadores de estas fábricas junto con los de Requena, María Paz, donde después se situó Barreiros, se fueron en celebración hasta la Plaza Mayor de Villaverde y allí cantaron la Internacional. Aquella fecha, 14 de abril de 1931, fue un día de fiesta. Los trabajadores de San Cristóbal fueron los primeros en salir a celebrar aquel día memorable, la proclamación de la 2ª República.

En el año 32 ó 33 hubo una huelga de la construcción, los trabajadores de La Nora la secundaron. Los sindicatos eran fuertes, tenían una caja de resistencia y eran capaces de pagar a cada obrero por cada día perdido, cinco pesetas. No obstante la patronal contrató obreros bajo cuerda. A estos obreros, contratados en tiempos de huelga, se les llama esquiroles y siempre han estado mal vistos porque rompen las huelgas. Francisco Vaquero era uno de los huelguistas, andaba por el camino de la Cañada, supone mi padre que muy enfadado por la contratación de esquiroles. En el camino se encontró con una pareja de la guardia civil, ni corto ni perezoso se fue hacia ellos y les quitó los fusiles. Los dos guardias quedaron allí desarmados y él con los fusiles se dirigió a La Nora y expulsó a los esquiroles. Reavivó la huelga y aquella fue una victoria de los trabajadores. Francisco Vaquero si no una calle merece un recuerdo.

Ya en plena guerra civil lo que ahora es San Cristóbal quedó en manos de los Nacionales, subieron una metralleta a lo alto de la chimenea y desde allí tiroteaban a la población de la zona republicana. Tenían gran peligro los que trabajaban en las huertas colectivizadas de Villaverde Bajo, a orillas del Manzanares. De hecho mataron a un trabajador llamado Julio Pereiro y a alguno más.

Madrid era zona republicana y para defenderse tenían un cañón dentro del estanque del Retiro, que habían desecado. Este cañón era del calibre 15 y lo llamaban “el abuelo”. También en Méndez Álvaro, en lo que era unos depósitos de CAMPSA vacíos, había instalado armamento. Un día, desde el Retiro y desde Méndez Álvaro, apuntaron a la chimenea de San Cristóbal y no dejaron de disparar hasta que la acertaron. La chimenea quedó partida por la mitad.

Acabada la guerra, Félix, el carbonero, y su hermano el Monín, la reconstruyeron. La dejaron como es actualmente, más baja que la original. A este Félix lo conocí cuando de niño me mandaban a su carbonería, era muy canoso, siempre vestía un mono azul. A su puerta había una piedra redonda de granito en la que se sentaba por las tardes. El olor a carbón y leña seca no lo he olvidado, su gran romana, las paredes renegridas y desconchadas… Cuando iba a por carbón no podía figurarme que aquel hombre era el reconstructor de todo un monumento: la chimenea de San Cristóbal.

Este artículo apareció en la Revista "El Colegial", 2006

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